viernes, 27 de junio de 2008

Jornadas en la Biblioteca Nacional

Mesas debate: “Comunicación y cultura: los medios y la batalla cultural” y “Ley de Radiodifusión”



Luego de la exitosa actividad del lunes 23, el Espacio Carta Abierta invita participar de la segunda jornada de debate que tendrá lugar en la Biblioteca Nacional. El lunes 30 de junio se realizarán dos mesas debate: una sobre los medios de comunicación y otra sobre la necesidad de una nueva ley de radiodifusión.

A las 17 horas tendrá lugar la mesa “Comunicación y Cultura: los medios y la batalla cultural”, de la que participarán como panelistas Alejandro Kaufman, Eduardo Anguita y Orlando Barone y Sandra Russo, como moderadora.

A las 19 horas, la mesa tratará sobre la “Ley de Radiodifusión” y de ella participarán Gabriel Mariotto y Damián Loreti, como expositores, y David “Coco” Blaustein como coordinador.

La actividad se realizará en la Sala Jorge Luis Borges, primer piso de la Biblioteca Nacional.

El lunes 23 se organizaron las mesas “Nueva Derecha” y “Cuestión agraria y acumulación” y asistieron más de 400 personas a cada una. De la primera participaron Horacio González, María Pía López, Eduardo Grüner y Ricardo Forster; y de la segunda, Alfredo Zaiat, Eduardo Basualdo y Alejandro Roffman. Esta actividad fue filmada por el Espacio Carta Abierta, por lo que en breve podrá ser presentada para todos los interesados.

SE AGRADECE DIFUSIÓN


Por contactos de prensa, escribir a cartaabierta500@gmail.com ó a cartaabierta750@gmail.com

martes, 24 de junio de 2008

Carta Abierta en las Carpas del Congreso

El Espacio Carta Abierta fue invitado a participar de las actividades que tendrán lugar en las Carpas instaladas frente al Congreso de la Nación.

Muchos de los miembros de este Espacio de debate e intervención en las políticas públicas formarán parte de las diversas discusiones que se sucederán durante los próximos días.


"LA NUEVA DERECHA Y LA ACUMULACIÓN"

En el día de ayer, se realizó la primera Jornada de Debates organizada por Carta Abierta en la Biblioteca Nacional. Transcribimos a continuación la nota publicada en Página 12 sobre este exitoso evento

“Estamos ante un riesgo extremo”
En una sala colmada de la Biblioteca Nacional, intelectuales y economistas analizaron la conformación de un nuevo conglomerado conservador a partir del conflicto agrario. Examinaron su ideología, sus lenguajes y su expresión en los medios.

“El clientelismo no es necesariamente algo que obnubila a las conciencias, que oscurece a las personas. Es algo que hace de la política un enganche con instituciones viejas de la política. Pero las personas no por eso pierden su libertad, la libertad pueden perderla los transparentistas arriba de los tractores”, disparó el sociólogo Horacio González ante el público que desbordó la sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional. Fue el inicio de las jornadas de discusión organizadas por los intelectuales y personas del ámbito cultural que integran el espacio Carta Abierta. El encuentro inicial, ayer, estuvo dedicado a “La nueva derecha y la acumulación”. Junto a González discutieron, en la primera mesa, el sociólogo Eduardo Grüner, la socióloga María Pía López y el filósofo Ricardo Forster.
La mención de González al clientelismo se dio en un tramo de la charla en el que abordó la muerte del joven tucumano en Plaza de Mayo, horas antes del acto oficialista de la semana pasada. “Esta nueva derecha no tiene entera conciencia de lo que está haciendo. Pero la idea de que tendría que haber otro pueblo que aplauda a una Presidenta que entonces se habría ahorrado el gasto de llenar la plaza pública, obedece a dos ideas de país, a la confrontación de dos estilos, de dos lenguajes. La nueva derecha ocurre en el lenguaje, en la retórica de la televisión de la pantalla partida, de las islas de edición. Tenemos que preguntarnos qué parte del muchachito de Tucumán tenemos todos”, dijo el director de la Biblioteca. Luego agregó: “Duele decirlo, pero el personal del campo y la Federación Agraria son la nueva derecha. Y la televisión, sin saberlo, es capitalismo comunicacional bajo la forma de un supuesto progresismo”.
Forster coincidió en poner el eje en el lenguaje. “La nueva derecha tiene muchas formas de la vieja derecha, pero tenemos que reconocer que nuestros lenguajes se habían gastado a la hora de poder decirle algo, nos había ganado la batalla. En los ‘90 estábamos silenciados, dábamos una batalla testimonial. Discutir a la nueva derecha es en realidad discutirnos a nosotros mismos, nuestra urgencia es recuperar este tiempo.” A criterio del filósofo y docente de la UBA, “estamos ante una situación inédita de extremo riesgo, de perder lo que se ha ido ganando. Por eso vale este pequeño entusiasmo que sentimos, algo distinto está aconteciendo en esta sociedad tan anómala que es la argentina. Volvemos a la política, vamos a discutirle a la derecha la cuestión social, la cuestión del hambre, del racismo, la violencia y la explotación, todo lo esencial respecto de la democracia”.
En otro momento, González ensayó una exégesis de los dichos de la presidenta Cristina Kirchner cuando mencionó una frase del El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx. “Uno de los grandes textos de Marx, hermoso y profundo, de 1852, que habla de las telarañas de las viejas revoluciones. A mediados del siglo XIX en Francia, Marx dice que esas personas bien intencionadas, que creían estar contribuyendo al gran cambio en las barricadas de París, también estaban repitiendo la historia. Es decir, que la historia se daba una vez como tragedia y otra vez como farsa. Se entiende lo que quiso decir la Presidenta: no generar en Argentina la reproducción cíclica de los momentos pasados, sí la memoria y el recuerdo de los que se sacrificaron, pero que la sociedad no quede paralizada. La tarea del Gobierno es no repetir el ciclo desarrollista, aunque sí tomar la tecnología, no repetir el ciclo de los ’70 sin olvidar el sacrificio militante”, explicó.
A su turno, Grüner también se ocupó de la mención a la obra de Marx: “Dice Marx que ‘hay generaciones de muertos que oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos’, que ‘los muertos entierren a los muertos’. Pero (Walter) Benjamin, que era más o menos marxista, dice que es lo contrario: ‘Si el enemigo gana, ni los muertos van a estar a salvo’. Y por ahí me parece que pasa el tema”.

EL SEGUNDO DEBATE ABORDO LA PERSPECTIVA ECONOMICA DEL CONFLICTO
Las retenciones, los alimentos y el otro campo.

Después del primer debate, el público se dio un recreo y volvió a llenar la sala para escuchar a los economistas Eduardo Basualdo, Alejandro Roffman y Alfredo Zaiat, jefe de la sección Economía de PáginaI12. “En Buenos Aires a veces no saben ni de dónde sopla el viento”, arrancó Roffman y en plan didáctico habló del “otro campo”.

“El proceso de organización gremial del campesinado argentino, por fuera de la pampa húmeda, son entidades pequeñas porque tienen escasos recursos, se estima que son más de 300, muy combativas”, dijo el economista del Plan Fénix. “Sólo la tercera parte del conjunto está afectado por las retenciones, los que hacen soja son sólo el 20 por ciento de los productores, los otros dos tercios son meros espectadores de este conflicto y son los que se están agrupando en forma creciente y lanzarán el Frente Nacional Campesino”, agregó. Luego describió un tercer espacio del campo, el de la Patagonia: “Los que protestan por las retenciones tienen otra racionalidad diferente a la de los chacareros de décadas pasadas, el auténtico campo argentino es mucho más numeroso y nos provee del 60 por ciento de la dieta diaria de los argentinos, mientras que la soja se exporta casi en un 90 por ciento”, concluyó Roffman.
Basualdo abordó la descripción de la clase social que demanda contra las retenciones. Y, en tal sentido, afirmó que es “definitoria la figura del propietario”, que “los pool de siembra o fondos de inversión son minoritarios”. Con el apoyo de cuadros proyectados desde su notebook, el economista de Flacso mostró los nombres de los dueños de la tierra: Bunge y Born, Loma Negra, Bemberg, Wertheim, Ingenio Ledesma. A su criterio, los protagonistas del conflicto no son otros que “la oligarquía agropecuaria” que “busca un lugar en la política”.
Luego de bromear sobre la otra crisis, la de Racing, con el ensayista Nicolás Casullo, que estaba entre el público, Zaiat siguió con la línea pedagógica. Aclaró primero que nunca hubo un lockout, porque los productores “siguieron trabajando la tierra, haciendo negocios y vendiendo”. Por lo tanto, calificó al conflicto como una “agresión en defensa de rentas extraordinarias”. Sobre las retenciones, se negó a definirlas como un impuesto y las designó como “derechos de exportación que cobra la Aduana a los pocos grandes exportadores”.
En ese punto, Zaiat enfatizó que las retenciones móviles son “una herramienta de política económica, no la política económica en sí, ni menos una política agropecuaria”. Y agregó que tampoco son “la única política de distribución del ingreso, sino una herramienta necesaria en un modelo de dólar alto y precios internacionales en alza”. Según expresó, “las retenciones buscan separar los precios locales de los alimentos de los internacionales porque, si no, el exportador pretendería cobrar acá lo mismo que le pagan afuera”. Por último, se dirigió a quienes califican la medida de “fiscalista”. “¿Cuál es el problema de que sea para recaudar, si hablamos de uno de los sectores que más evade?”, dijo y obtuvo el último aplauso.
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CONFERENCIA DE PRENSA Y DECLARACIÓN CONJUNTA

El martes 17 del corriente, en vísperas de la multitudinaria movilización a la Plaza de Mayo, se realizó en el Teatro La Máscara una conferencia de prensa en la que se dio lectura a la Declaración que se transcribe más abajo. Este pronunciamiento fue publicado como solicitada en el diario Página 12 al día siguiente, y allí constan las adhesiones. Entre otras firmas se destacan las de Hugo Yasky, Martín Sabbatella, Carlos Heller, Juan Gelman, Horacio Verbitsky, Ricardo Forster, Lilia Ferreyra, Nicolás Casullo, Jaime Sorín, Carlos Girotti, Jorge Testero, Rodolfo Hamawi, Mariana Moyano, Juan Carlos Junio, Cristina Banegas, Eduardo Jozami, David Viñas, entre otros y otras destacados participantes de Carta Abierta, organismos de derechos humanos, cooperativistas, sindicatos de la CTA y organizaciones sociales.
Por qué vamos a la plaza

Hoy a las 15 nos concentramos en Avenida de Mayo y Perú, en defensa de la democracia y en reclamo de mayor distribución de la riqueza y participación popular.

Lo haremos desde nuestra propia identidad y sin ahorrar críticas al Poder Ejecutivo Nacional, pero en respaldo de la institucionalidad democrática y de las medidas progresivas que enfurecieron a una nueva derecha que usa la retórica del diálogo y el consenso y se envuelve en los símbolos nacionales mientras pretende imponer por la fuerza del lockout y el desabastecimiento una política distinta a la que la mayoría del pueblo votó hace pocos meses y en defensa de sus ganancias extraordinarias.

Somos miembros de organizaciones sindicales como la CTA, CTERA, la Unión Obrera Metalúrgica; de derechos humanos como el CELS, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos; de movimientos como Tupac Amaru y Patria Grande; de entidades de pequeños empresarios, como la Asamblea de PYMES y el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos; economistas del Plan Fénix; decanos y profesores universitarios, científicos e investigadores; sacerdotes en opción por los pobres; dirigentes políticos que demostramos la posibilidad de construir alternativas populares sin clientelas ni aparatos; intelectuales y artistas integrantes del espacio Carta Abierta y ciudadanos sin militancia partidaria ni institucional.

No formamos parte del gobierno. Objetamos la destrucción del INDEC y la construcción del tren bala, la negativa a reconocer la personería de la CTA y la alianza con sectores empresarios que fueron socios de los gobiernos neoliberales. No nos sentimos representados por el repliegue oficial sobre estructuras políticas y sindicales obsoletas.

Pero la restauración conservadora en marcha, con el impulso de un sector de la izquierda que imagina protagonizar una revolución agraria, no cuestiona los defectos sino los aciertos del gobierno, al que intenta imponerle sus intereses económicos por encima del interés general, sin reparar en costos ni en métodos. Cuestiona la reconstrucción de la autoridad del Estado luego del colapso de 2002, el saneamiento de la Corte Suprema de Justicia, el juicio a los responsables del Estado terrorista, el drástico descenso de la desocupación, la actualización de los ingresos de jubilados y pensionados, el establecimiento de un haber para las personas mayores de 70 años que no tenían ninguno, el aumento del presupuesto educativo, la creación de un ministerio de ciencia y tecnología, la política exterior independiente, en asociación con los gobiernos democráticos de Sudamérica. No busca un avance sino un salto atrás.

Contra toda evidencia se acusa de autoritario y soberbio al primer gobierno que ha prohibido el uso de armas de fuego en el control de manifestaciones y se moteja de represión violenta al desalojo pacífico de la ruta del MERCOSUR, por la que desde hace tres meses no se permite el tránsito de mercaderías, obligando a tirar millones de litros de leche y toneladas de frutas y verduras. De ese clima deslegitimador, parecido al que minó la presidencia de Arturo Illia, participan en forma tan entusiasta como irreflexiva sectores de las clases medias urbanas influidos por la cobertura tendenciosa de diarios y canales de televisión temerosos de que se democratice la comunicación de masas.

De esta crisis, no menos grave porque se la niegue, sólo se sale con más democracia y más distribución de la riqueza. Para ello se impone una reforma impositiva integral, que grave a todos los sectores que en estos años han tenido beneficios extraordinarios, como la especulación financiera, la minería y la pesca. Sin esos recursos no hay forma de atacar los altos niveles de hambre y exclusión, intolerables en uno de los grandes productores de alimentos del mundo.

Ésa es la voz propia con la que hoy iremos a la Plaza de Mayo, en defensa del valioso trayecto recorrido desde mayo de 2003 y en demanda de su profundización, con mayor calidad institucional y con participación popular.

domingo, 22 de junio de 2008

MÁS DE 1600 ADHESIONES

Al día de hoy, Carta Abierta ya cuenta con más de 1600 adhesiones. La lista completa está en el Archivo del Blog, mes de mayo.

viernes, 20 de junio de 2008

JORNADAS DE DEBATE EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

La Nueva Derecha y la Acumulación y la Cuestión Agraria

El Espacio Carta Abierta invita a participar de las jornadas que realizará los lunes 23 y 30 de junio para reflexionar y debatir sobre la situación actual que atraviesa la Argentina. El lunes 23 de junio se debatirá sobre “La Nueva Derecha” y sobre “Acumulación y cuestión agraria” en dos mesas redondas.

El panel “La Nueva Derecha” funcionará a partir de las 17 con la participación como expositores de Horacio González, Eduardo Grüner y María Pía López y de Ricardo Forster como moderador.

La mesa “Acumulación y cuestión agraria” tendrá como panelistas a Eduardo Basualdo y a Alfredo Zaiat y a Alejandro Roffman como coordinador.

El lunes 30 de junio se debatirá sobre medios de comunicación y se realizarán, también, dos mesas redondas en las cuales se discutirá sobre la Ley de Radiodifusión y sobre Comunicación, Cultura y Medios.

La actividad tendrá lugar en la sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional (Agüero y Libertador).

lunes, 16 de junio de 2008

Espacio Carta Abierta se moviliza hacia Plaza de Mayo

El Espacio Carta Abierta, conformado por personas de la literatura, las
ciencias, el arte y el periodismo, entre otras disciplinas, convoca a
participar del acto que se realizará el miércoles 18 de junio a partir en
defensa del gobierno democrático y popular al que, como ha quedado en
evidencia con total claridad en estas últimas horas, se pretende
destituir.

Nuestra cita es a las 13 horas en Avenida de Mayo y Perú, desde donde
marcharemos a Plaza de Mayo junto a otras organizaciones sociales.

martes, 10 de junio de 2008

Carta Abierta/3

LA NUEVA DERECHA EN LA ARGENTINA.
¿Cómo se puede reclamar la nacionalización del petróleo cuando la lucha que se despliega es contra una medida progresiva de índole impositiva? ¿Cómo se puede llamar a la lucha contra la pobreza con aliados que expresan las capas más tradicionales de las clases dominantes? Algo ha sucedido en los vínculos entre las palabras y los hechos: un disloque. Los símbolos han quedado librados a nuevas capturas, a articulaciones contradictorias, a emergencias inadecuadas. Ningún actor político puede declararse eximido de haber contribuido a esa separación. Las situaciones críticas obligan a preguntarse qué palabras le corresponden a los nuevos hechos. Entre las batallas pendientes en la cultura y la política argentina, está la de nombrar lo que ocurre con actos fundados en una lengua crítica y sustentable. Sin embargo, hoy las palabras heredadas suelen pronunciarse como un acto de confiscación. Cualquier cosa que ahora se diga vacila en aportar pruebas de su enraizamiento en expectativas sociales reales. Parece haber triunfado la “operación” sobre la obra, el parloteo sobre el lenguaje.
“Clima destituyente” hemos dicho para nombrar los embates generalizados contra formas legítimas de la política gubernamental y contra las investiduras de todo tipo. Una mezcla de irresponsabilidad y de milenarismo de ocasión sustituyó la confianza colectiva. “Nueva derecha” decimos ahora. Lo decimos para nombrar una serie de posiciones que se caracterizan por pensarse contra la política y contra sus derechos de ser otra cosa que gestión y administración de los poderes existentes. Una derecha que reclama eficiencia y no ideología, que alega más gestión que valores –y puede coquetear con todo valor-, que invoca la defensa de las jerarquías existentes aunque se inviste miméticamente de formas y procedimientos asamblearios y voces sacadas de las napas prestigiosas de las militancias de ciclos anteriores. Esa derecha impugna la política como gasto superfluo y como enmascaramiento, pero es cierto que la impugna con más dureza cuando la política pretende intervenir sobre la trama social. Tiene distintas inflexiones: desde la ilusoria eficiencia empresarial del macrismo hasta el intercambio directo de dones y rentas imaginado en Gualeguaychú, sin Estado ni partidos, sólo con golpes de transparencia contra lo que llaman obstáculos.
Transparencia social imposible, como no sea bajo un régimen coercitivo, que expresa su desprecio hacia la política como capacidad transformadora, como intervención activa sobre la vida en común. De ese vaciamiento son responsables, también, los profesionales de la política que priorizaron sus propios intereses mientras sostenían un discurso de lo público. Demasiado tiempo vino degradándose el lenguaje político como para que no surgieran mesianismos vicarios y vaticinios salvadores que en vez de redimir el conocimiento político son el complemento milenarista del espontaneísmo soez. La nueva derecha viene a decir que eso no está mal y que se debe llevar a sus últimas consecuencias, disolviendo la instancia misma de la política. Es fundamentalmente destituyente: vacía a los acontecimientos de sentido, a los hechos de su historicidad, a la vida de sus memorias. Por eso, atraviesa fronteras para buscar terminologías en sus antípodas. Es una nueva derecha porque a diferencia de las antiguas derechas, no es literal con su propio legado, sino que puede recubrirse, mimética, con las consignas de la movilización social.
La nueva derecha puede agitar florilegios de izquierdas recreadas a último momento como préstamo de urgencia o anunciar compromisos caros a las luchas sociales de la historia nacional, sea Grito de Alcorta, sea la gesta de Paso de los Libres en 1933, sean las asambleas del 2001. Es una nueva derecha veteada de retazos perdidos pero no olvidados de antiguas lenguas movilizadoras. Condena el vínculo vivo de las personas y las sociedades con el pasado, llamando a un ilusorio puro presente que podría desprenderse de esas capas anteriores. Lo hace, incluso, cuando trae símbolos de ese pasado sujetándolos a relaciones que los niegan o vacían. Cita al pasado como una efemérides al paso. Será jauretcheana si cuadra, aplaudirá a Madres de Plaza de Mayo si lo ve oportuno, dirá que adhiere a Evo Morales si se la apura, y no le faltará impulso para aludir a los mayos y los octubres de la historia. Mimetismo bendecido, tolerado: es la nueva derecha que ensaya el lenguaje total de la movilización con palabras prestadas. Procede por expurgación y despojo: restándole a la realidad algunas de las capas que la constituyen y presentando en una supuesta lisura la vida en común. En ella no hay espesor, diferencias, desigualdades, violencias ni explotación; ella habla del “campo” trazándonos un dibujo bucólico de pioneros esforzados de la misma manera que considera la pobreza y el hambre como desgracias naturales o como penurias redescubiertas para sostener una mala conciencia de escuderos novedosos de los poderes agrarios tradicionales.
En la nueva derecha reina lo abstracto pero con la lengua presunta de lo concreto: precisamente la que hablan los medios de comunicación. A la trama moral de las acciones la tornan escándalo moral, denuncismo de sabuesos que dejan saber que las sospechas generalizadas sobre la vida política son instrumentos que pueden sustituir un pensar real. En ella se trata de reivindicar la honestidad de los ciudadanos-consumidores, su espontaneidad expresiva ante las manipulaciones de la vieja política; transparentar es su grito, mostrar un supuesto lenguaje sin espesura es su lema. Sin obstáculos, sin pliegues. Sus lenguajes apuntan a vaciar de contenido historias y memorias de la misma manera que buscan desmontar cualquier relación entre universo reflexivo-crítico y política transformadora. Devastación del mundo de la palabra en nombre de la brutalización massmediática; simplificación de la escena cultural de acuerdo a la continua mutilación de la densidad de los conflictos sociales y políticos.
La nueva derecha es ahora un conjunto de procedimientos y de prácticas que se difunden peligrosamente en las más diversas alternativas políticas. La aceptación de que la escena la construyen los medios de comunicación lleva a un tipo de intervención pública tan respetuosa de ese poder como sumisa respecto de las palabras hegemónicas. Hace tiempo que los estilos comunicaciones habituales recurren al intercambio de denuncias como una cifra moral, que parece menos un proyecto compartible de refundar la política en la autoconciencia pública emancipada que en la circulación de un nuevo “dinero” basado en un control de la política por la vía de un moralismo del ciudadano atrincherado, temeroso, ausente de los grandes panoramas históricos. Moralismo de estrechez domiciliaria, pertrechada, víctima de miedos construidos y de oscuros deseos de resarcimiento. Es un viaje que parece no tener retorno hacia la espectacularización de una conciencia difusa de represalia. Es un recelo que va quedando despojado de contenidos, como no sean los parapetos medrosos de un pensamiento consignatario. Todo lo que implica la misma incapacidad para descubrir que lo que llaman “opinión pública”, que en ciertos momentos de la historia, es un acatamiento a lo que habla por ella más de lo que ella balbucea de sí misma.
La nueva derecha se inviste con el ropaje de la racionalidad ciudadana, adopta los giros de lenguaje y los deseos más significativos de una opinión colectiva sin la libertad última para ver que encarna los miedos de una época despótica y violenta. Un intenso intercambio simbólico viene a sellar así la alianza entre la nueva derecha, los medios de comunicación hegemónicos y el “sentido común” más ramplón que atraviesa a vastos estratos de las capas medias urbanas y rurales del que tampoco es ajeno un mundo popular permanentemente hostigado por esas discursividades dominantes.
Lo que sucede en Bolivia, quizás el escenario más complejo de la región, debe alertarnos. No porque sean equivalentes los fenómenos sociales y políticos, sino porque el tipo de confrontación que las derechas bolivianas despliegan advierten sobre cuánto se puede decidir no respetar la voluntad popular, aun apelando a frenesís plebiscitarios. En Argentina no estamos ante un escenario de esa índole pero sí asistiendo a la emergencia de nuevos fenómenos políticos reactivos y conservadores, que atraviesan partidos políticos populares y organizaciones sociales. Todo trastabilla ante la cuerda subterránea que tienden las nuevas derechas. La señora cansada del conflicto, el locutor de la noche harto de la refriega, el pequeño rentista fastidiado de las listas electorales que había votado. Las nuevas derechas ejercen su señorío como una forma de desencanto, llamando al desapego generalizado. El ser social por fin saturado de las dificultades de una época, llama bajo su forma reactiva, a no pensar la dificultad sino a refugiarse en la desafección política, en el módico mesianismo al borde de las rutas. Proclaman que actúan por dignidad cuando son economicistas y son economicistas cuando demuestran que esa es la nueva forma de la dignidad.
Atraviesan así toda la materia sensible de este momento de la historia nacional. Su frase predilecta, “no me metan la mano en el bolsillo”, hace de los actos legítimos de regulación de las rentas extraordinarias de la tierra, una ignominiosa expropiación. Trata un bien nacional, como la productividad del suelo, como cosa meramente privada. Otras frases reiteran: “está loca”, e incluso se ha escuchado en la televisión de la noche de los domingos: “es satánico”. Se interpreta la intervención del Estado en el mercado en la clave de una psiquiatría obtusa de revista de peluquería, de chistoso de calesita o de pitonisa de boudoir. Menos se dice “hay que matarlos”, pero aparece en los añadidos que publican algunos periódicos cuando termina la redacción de sus propios artículos y comienza la carnicería opinativa en un anonimato electrónico sediento de desquite. ¿Ante quién? ¿para qué? No le importan las respuestas a una nueva derecha que recobra el linaje de las más impiadosas que tuvo el país. Ha soltado la lengua, pero aprendió a decir primero “armonía” y diálogo” mientras no ocultan la sonrisa sobradora cuando escuchan que se les dice “y pegue, y pegue!”.
Se considera una redención el uso del lenguaje más incivil del que se tenga memoria en las luchas sociales argentinas. Con impunidad lo han tomado, con rápido gesto de arrebatadores, del desván de los recuerdos y de las historias de gestas desplegadas en nombre de un ideal más igualitario. En un sorprendente movimiento de apropiación para travestirla en su beneficio, han movilizado la memoria de los oprimidos en función de sostener el privilegio de unos pocos, vaciando, hacia atrás, todo sentido genuino, buscando inutilizar una tradición indispensable a la hora de reestablecer el vínculo entre las generaciones pasadas y los nuevos ideales emancipatorios.
Es una operación a partir de la cual se definen las lógicas emergentes de esa nueva derecha que no duda en reclamar para sí lo mejor de la tradición republicana y democrática; es una nueva derecha que no se nombra a sí misma como tal, que elude con astucia las definiciones al mismo tiempo que ritualiza en un mea culpa de pacotilla sus responsabilidades pasadas y presentes con lo peor de la política nacional, bendecida por frases evangélicas que llaman oscuramente a la vindicta de los poderosos que aprendieron a hablar con préstamos del lenguaje de los perseguidos. Lo han hecho en otros momentos cruciales de la historia nacional. La nueva derecha inversionista ha comenzado por invertir el significado de las palabras. ¿Por qué no lo harían ahora?
Ante eso, es necesario recuperar otra idea de política, otro vínculo entre la política y las clases populares, y otra hilación entre hechos y símbolos. Si la nueva derecha reina en una sociedad mediatizada, una política que la confronte debe surgir de la distancia crítica con los procedimientos mediáticos. Si la nueva derecha no temió enarbolar la amenaza del hambre (como consecuencia de su desabastecedor plan de lucha), otra política debe situar al hambre, realidad dramática en la Argentina, como problema de máxima envergadura y desafío a resolver. Es cierto que, visiblemente, hoy no son muchos los que aceptan enarbolar blasones de derecha. Hay que buscarla en todos los lenguajes disponibles, en todos los partidos existentes, en todas las conductas públicas que puedan imaginarse. Los pendones que la conmueven pueden ser frases como éstas: la “nueva nación agraria como reserva moral de la nación”. Es el viejo tema de las nuevas derechas y la identificación, también antigua, de patria y propiedad, de nación y posesión de la tierra. Es el concepto de reserva moral como liturgia última que sanciona tanto el “fin del conflicto”, como un tinglado modernizante que no vacila en expropiar los temas del progresismo, pero para desmantelar lugares y memorias. Es una gauchesca de bolsa de cereales como acorde poético junto al horizonte del nuevo empresariado político. Podrán leer a la ida el Martín Fierro y a la vuelta los consejos de Berlusconi.
Los nuevos hombres “laboriosos”, persignados fisiócratas, se indignan porque hay Estado y hay vida colectiva que se resiste a vulnerar la vieja atadura entre las palabras y las cosas. Pero esto ocurre porque la materia ideológica, con sus venerables arabescos y citas célebres, ha quedado deshilvanada, reutilizada en rápidos collages de la nuevas estancias conservadoras del lenguaje. ¿Cómo descubrirlas? Su localización es la ausencia de nervadura social, pues se trata de desplegar para la Argentina futura una nueva cultura social con un único territorio, el de las rentas extraordinarias que desea percibir una nueva clase interpretando estrechamente las graves necesidades alimentarias del mundo. Parecen campesinos, parecen chacareros, parecen pequeños propietarios, parecen hombres de campo protagonizando una gesta. Pero no son ilusiones estas nuevas creaciones políticas de indesmentible base social nueva. Sin los tractores embanderados, brusca señalización del paisaje que atrae por la carencia de todo matiz, de todo signo mediador. La nueva clase teatraliza una rebelión campesina pero traza un nuevo destino conservador para la Argentina. Marcha con vocablos fuera de su eje, en una combinación entremezclada que pone en escena la fusión entre formas morales de revancha y captura jocosa de los símbolos del progresismo social.
Asistimos a un remate general de conceptos. Nociones tan complejas como la de “patria agraria”, “Argentina profunda”, “nuevo federalismo”, han resurgido de un arcón honorable de vocablos, cuando significaron algo precioso para miles y miles de argentinos para salir hoy a luz como mendrugo de astucia y oportunismo. Como en los posmodernismos ya transcurridos, vivimos la sensación que en el reino de los discursos políticos e ideológicos, “todo es posible de darse”. Las palabras parecen las mismas, pero se han dislocado bajo una matriz teleteatral y un recetario de cruces de saltimbanqui, legalizados por la escena primordial de cámaras que infunden irrealidad y deserción de la historia en sus recolecciones vertiginosas. Un nuevo estado moral de derecha surge del neoconservadurismo que reordena los valores en juego, luego de que ha tramitado un liberalismo reaccionario y un modernismo que propone conceptos de la sociedad de la información para hacerlos marchar hacia un nuevo consenso disciplinador y desinformante.
Un nuevo sentido común producido por los tejidos tecnoinformativos nutre así el círculo de captura de imágenes y discursos. Se habla como lo hace la llamada “sociedad del conocimiento” y esta habla como lo hacen previamente quienes ya fueron tocados por la conquistada neoparla que insiste en estar “fuera de la política” pero munidos de jergas sustitutivas de la experiencia pública. Hasta el modo de ir a los actos políticos es puesto bajo la grilla admonitoria de un juez del Olimpo que dictamina los momentos de supuesta “falsa conciencia” de miles de conciudadanos que no poseerían la legítima pasión espontánea de los refundadores del nuevo federalismo sin historia, sin estado, sin instituciones, sin sujeto. El descrédito de lo político comienza por destituir a las masas populares y sus imperfectas maneras, para hacer pasar por buenas sólo las supuestas movilizaciones pastoriles roussonianas, efectivamente multitudinarias, que mal se sostienen bajo las diversas modalidades del tractorazo, más amenazante que bucólico. Una república agroconservadora despliega entonces sus banderas de “nuevo movimiento social”. Tienen todo el derecho a expresarse pero el examen democrático del gigantesco operativo que han emprendido debe ser también interpretado. Se trata de sustituir un pueblo que consideran inadecuado con otro vestido con galas de revolución conservadora. Hay suficientes ejemplos en la historia del país y en las memorias constructoras de justicia para decir que no lo lograrán.

viernes, 6 de junio de 2008

Lanzamiento de la Carta Abierta/ 3

El próximo martes 10 del corriente, a las 14:00, convocamos a una conferencia de prensa en la Librería Gandhi, Av. Corrientes 1743, para presentar nuestra Carta Abierta/3 cuyo título es "La nueva derecha en la Argentina".

miércoles, 4 de junio de 2008

Carta Abierta /2

Por una nueva redistribución del espacio de las comunicaciones

La sustitución de la vigente Ley de Radiodifusión, anacrónica y reaccionaria, establecida por la dictadura militar en 1980, por un nuevo marco jurídico acorde con los tiempos y a la institucionalidad democrática, es hoy un horizonte tangible, más de lo que nunca fue desde diciembre de 1983. Pero la experiencia de los argentinos en estos veinticinco años que van de gobiernos constitucionalmente elegidos también indica que los proyectos de ley que hoy se están escribiendo pueden eventualmente ir a parar al mismo cajón al que fueron los treinta y siete proyectos que alcanzaron estado parlamentario en este lapso, incluidos dos propuestos por el Poder Ejecutivo, empantanados todos ellos entre las presiones corporativas y la triste ausencia de decisión política gubernamental.
En la relación entre la eventual sanción de una nueva ley y el momento que vive el país puede advertirse una característica doble. Por una parte, la crítica coyuntura desatada a partir de la puja que inició el empresariado rural hace casi tres meses nos entrega ahora la visión del abismo, y toda cuestión que se interponga parece destinada a una consideración adecuada, en ese marco, sólo cuando se haya ya diluido este azoro en el que los argentinos nos encontramos sumidos. A la vez, ha sido precisamente este mismo conflicto, la textura de su día a día, el gran responsable de exponer en toda su crudeza la carnadura concreta del poder desplegado por el sistema mediático, el mismo que en tantas ocasiones supo recitarse sin mayor convicción.
No hace falta referirse a los lugares ya comunes acerca del tratamiento marcadamente desigual para cada uno de los muchos actores de la escena, o a la permanente sobredramatización de acontecimientos conexos al conflicto, tales como el desabastecimiento, los intentos de corrida contra el peso, la crisis económica, etc. Tal vez quepa, en cambio, llamar la atención sobre cuestiones más elementales y más graves, tan instaladas que cuesta distanciarse de ellas para retomarlas en su justa dimensión, tales como el bautismo con una intención mítica bucólica de “el campo” para lo que es un sector de productores en busca de mayor rentabilidad, o la descripción permanente del conflicto como entre “dos sectores” equivalentes, o ¿más curioso aún? el borramiento radical de todos los reclamos por la calidad institucional que hasta días antes bañaban los medios cuando quienes deterioran de manera ostensible esa calidad institucional reclamada son otros que el mismo gobierno. Cada uno de estos casi imperceptibles dispositivos resulta mucho más distorsivo para la vida político-cultural del país que, incluso, los gestos de discriminación social, visibles y groseros.
No se trata de imaginar conspiraciones ni tampoco de pensar de modo simplificador y añejo en el poder mecánico de los mensajes massmediáticos. Pero se trata, sí, de reconocer en los medios masivos a los operadores privilegiados del modo en el que se articulan y escanden discursos de amplia circulación social. Pero no discursos cualesquiera. Porque se trata de reconocer, en fin, su capacidad para recoger, organizar y devolver legitimadas, en especial, las formas más maniqueas, más silvestres y más ansiógenas del propio sentido común de las capas medias y sus elementales fantasmas. Esta es la lógica de los medios masivos y, en particular, de los audiovisuales. Ellos repiten el latiguillo de que entregan al público lo que el público quiere. Pero omiten que esa supuesta demanda es el resultado de una construcción que explota y abusa comercialmente, mediante el exhibicionismo, la banalización, la tragedia o el escándalo fáciles los peores resortes de cualquier audiencia. No hay conspiraciones, vale insistir. Simplemente se llama búsqueda del lucro en el capitalismo avanzado. O más sencillamente “marketing”.
Este fenómeno no es una exclusividad argentina. Por el contrario. Pero lo que sí constituye parte de un casi privilegio nacional (hay otros países en América latina que comparten ese privilegio) es el triple dato de: (a) la extraordinaria concentración de las empresas que disputan el mercado de la comunicación, (b) la debilidad, por no decir casi inexistencia, de un sistema de medios estatal/cultural y de uno comunitario, y (c) el vacío normativo en el que se desenvuelven, vista la inoperancia y la caducidad de facto de la Ley de Radiodifusión de 1980.
Para entender el grado paleolítico en el que nos movemos, baste observar las líneas aplicadas en la materia en el marco de la Unión Europea o en Canadá, entre muchos otros países “serios”, así como las directrices políticas para abordar el futuro tecnológico en cuestiones como protección a la diversidad, mandatos de desconcentración y fortalecimiento de medios públicos. El caso de la reformulación de Radio Televisión Española es otra muestra en este sentido.
Estos ejemplos de regulación estatal no indican limitaciones a la sacrosanta “libertad de prensa”. Nadie, en esos países, lo asume de semejante modo, ni los propios grandes medios de comunicación. Y ello es un cuarto rasgo de la especificidad argentina: el más mínimo gesto de parte de cualquier institución de la sociedad que se vuelve sobre los medios alcanza para que su tarea sea veloz y cómoda y mezquinamente denunciada como una amenaza a la libertad de expresión. Incluso los poco conducentes ¿pero de moda? “observatorios” que desde hace algunos años pululan por doquier. Y hasta se dan el lujo de reclamarle a la universidad pública, en nombre del resguardo de esa mal entendida libertad de expresión, que no opine públicamente sobre la situación del periodismo.
Es que las empresas mediáticas se han erigido en los auténticos representantes del pueblo, bajo la excusa de la evidente crisis de fondo que padecen los partidos políticos en Argentina (como en buena parte de Occidente). Es un pretexto engañoso: en su ejercicio, los grandes medios coadyuvan a la agonía de las organizaciones partidarias a cuya suplencia, supuestamente, concurren solidarios. El mecanismo es simple: los grandes medios dicen darles espacio a todas las voces (a todas las voces que invitan, claro), y por carácter transitivo aparecen como depositarios de la soberanía. Desde tan inmaculado lugar, juzgan a gobiernos, a parlamentos, a jueces, absorben la sabiduría de los expertos y las emociones de los sufrientes, diseñan los sueños de la audiencia sin pretensiones para luego acompañarla y premiarla, denuncian delitos, testimonian crímenes, editorializan sobre cualquier sector, compran o fabrican prestigios para más tarde re-venderlos, mientras recurren a los golpes fáciles y a la repetición infinita de sí mismos para lidiar en el mercado del rating y concluir presumiendo que, a ellos, “la gente los elige todos los días” en una suerte de comicios “más directos” que aquellos donde concurren cada dos años las fuerzas partidarias y la ciudadanía. Pero guay que a alguien se le ocurra señalar que también entre ellos, los grandes medios erigidos en jueces supremos, hay, por ejemplo, corrupción, venta de servicios informativos y simbólicos al mejor postor o intereses espurios. En ese instante las pugnas por el rating se suspenden, la corporación cierra sus filas y hasta las voces de los grandes medios europeos o norteamericanos acuden en su ayuda. Es que ¿cómo habrían de ser falibles si apenas se dedican a testimoniar “objetivamente” lo que ocurre? Y la falacia se cierra sobre sí misma.
Todos los gobiernos de las últimas décadas han optado por negociar el apoyo de esta corporación antes que meterse en el sin embargo impostergable desafío de plantear reglas que deberían ser casi obvias, referidas a la actividad de estas instituciones, tan pasibles del sometimiento a normas elementales como cualquier hijo de vecino. Por ello es que el propósito expreso del gobierno de Cristina Fernández de sancionar un nuevo marco jurídico constituye una circunstancia de excepcional importancia y de un alcance político-cultural mucho mayor que las alícuotas de las retenciones sobre la exportación agropecuaria.
Porque el espacio que instituyen los medios masivos, a través de sus pantallas y de sus sintonías, de sus páginas impresas o de sus sitios web, es un espacio social, y más aún, un espacio público que, por ende, pertenece a todos y al que todos, o al menos muchos más que ahora, deberían poder acceder para transitar por él con relativa libertad. Un espacio público que, salvadas todas las obvias distancias, no debería merecer un trato sustancialmente distinto al que merecen otros espacios públicos, donde sería inadmisible que una corporación privada, con reglas establecidas por un complejo armado de contratos poco o nada transparentes entre particulares, terminara definiendo quién pasa y quién no, qué palabra vale y cuál no, qué representación de los problemas sociales resulta válida para ser puesta en circulación y cuál no.
Por esto entendemos imprescindible:
- Garantizar el pluralismo, la diversidad y el derecho a la información y la comunicación como derecho humano.
- Poner límites a la concentración, los oligopolios y los monopolios porque afectan a la democracia y restringen la libertad de expresión.
- Establecer claramente el rol del Estado como regulador, árbitro y emisor de características públicas y no gubernamentales.
- Proteger las producciones locales y nacionales como única vía de garantizar la multiplicidad de voces.
- Garantizar la existencia de tres franjas de radiodifusores: privados con y sin fines de lucro (entre estos últimos incluidos los comunitarios) y estatales.
- Adoptar los mecanismos para que el acceso a las señales de radiodifusión no sea un derecho meramente declamativo, no sólo por la cantidad de medios que cubran el territorio nacional, sino también por el manejo de exclusividades en derechos de exhibición de contenidos de evidente interés público y repercusión social.
- Prever que las organizaciones sociales así como las provincias y las universidades tengan participación en las instancias de decisión de las autoridades en la materia, así como que los mecanismos de asignación sean transparentes y sujetos al escrutinio público.
Los puntos que se proponen están destinados a que la actividad de los medios electrónicos en la Argentina responda a parámetros de normalidad en el mundo que nos toca y que se compadezca con estándares de libertad de expresión reconocidos en los ámbitos de las organizaciones supranacionales de derechos humanos. No son para nada circunstancias que se puedan entender como limitativas de la libertad de nadie, en tanto nadie suponga que en nombre de su propia libertad tenga posibilidad de impedir que otros se integren al ejercicio de la que disfruta.
De lo que se trata, en palabras cortas, es de hacer llegar la democracia hasta el territorio de la comunicación y redistribuir el derecho a la palabra comunitaria (capital tan importante como cualquier otro), asignaturas ambas pendientes cuando menos desde 1983.
Restituir el espacio mediático a su auténtica condición de espacio público supone un acto del más estricto credo liberal, comparable al establecimiento de la libertad de cultos religiosos, radicalmente acorde a la defensa básica de la libertad de expresión y de la expansión de los derechos humanos de nuestro tiempo. Es tanta la fuerza inercial del actual modelo corporativo (que, dicho con rigor y pese a sus declamaciones, es profundamente antiliberal) que intentar esta restitución promete convertirse en una auténtica gesta emancipatoria que requerirá de todos los apoyos que puedan ofrecerse. La verdadera libertad de prensa es el progresivo objetivo a lograr con una nueva legislación sobre comunicación social y sobre participación y derechos ciudadanos, frente a la falacia de la “libertad de prensa” reducida al juego de los grandes capitales e intereses políticos mediáticos.
Dirán algunos, y con razón, que este mismo gobierno (o su predecesor inmediato) es el mismo que durante cinco años ha autorizado y favorecido el aumento de la concentración (por ejemplo, la autorización de la operación conjunta de Cablevisión y Multicanal y su posterior solicitud de fusión) o ha concedido inconcebibles y graciosas suspensiones de cómputo de diez años en los plazos de licencias a los titulares de concesiones televisivas, radiales y de cable, violentando la ley, la sensatez, la lógica del calendario y el criterio democrático; ha ignorado la justa petición de cumplimiento de 21 puntos a favor de la democracia comunicacional, suscripta por un centenar de organizaciones profesionales y de derechos humanos, y ha ofrecido una y otra vez la vista gorda a cambio de apoyos tácticos. Todo ello es cierto. Pero cabe ahora abrir un cuidadoso crédito a la esperanza, y de pleno apoyo. El gobierno nacional se ha comprometido públicamente a dar un decisivo paso adelante en esta materia. Nada garantiza que cinco minutos antes de la hora no opte por una legislación lavada, que deje sustancialmente las cosas como están, con algunos retoques técnicos. Pero lo cierto es que nunca como en la actual coyuntura el problema comunicacional se ha debatido tanto, y tan coincidentemente en apoyo de una nueva legislación democratizadora: en el propio gobierno, en poderes provinciales y municipales, en foros, universidades, sindicatos, movimientos sociales, agrupaciones políticas, mundos académicos, espacios artísticos y literarios, organizaciones no gubernamentales, grupos feministas, experiencias comunitarias y en el propio sector de los periodistas y trabajadores de la información. Con ese respaldo de conciencia política se cuenta. Existen circunstancias en la vida de una nación en que los dirigentes comprenden la pequeñez del puro cortoplacismo. Ojalá ésta sea una de ellas. Cultural y políticamente la sociedad se merece otra lógica, otra libertad y otras voces que se sumen al diálogo cotidiano sobre qué país se quiere y se enuncia. Es una época la que está a la espera de los actores que la merezcan.


domingo, 1 de junio de 2008

Reunión Plenaria 31 de mayo

El sábado 31 de mayo, y con la asistencia de más de doscientos concurrentes, tuvo lugar la nueva reunión plenaria de CARTA ABIERTA en la sede de la Biblioteca Nacional.
Se leyeron y comentaron dos documentos: uno referido a la caracterización de la nueva derecha, y otro vinculado a la ley de radiodifusión. Asimismo, Stella Maldonado, Secretaria General de la CTERA, informó sobre una iniciativa para congregar a diversos actores sociales -incluido el espacio CARTA ABIERTA- con el fin de emitir una declaración pública sobre la actual coyuntura.
Por otra parte, se propuso a la discusión la organización de mesas redondas y talleres, durante el mes de junio, con los temas centrales de CARTA ABIERTA, así como también la lectura pública del documento en otras provincias.
Tras una lista de oradores que superó las treinta intervenciones, la reunión plenaria resolvió volver a reunirse el próximo sábado 14 de junio, a las 11:00, en la Biblioteca Nacional; aprobar en general los documentos propuestos; participar de la convocatoria conjunta con otros actores sociales; organizar las actividades previstas para el mes en curso; iniciar el diseño y registro de una página web propia y, finalmente, incorporar a los documentos las observaciones señaladas por la plenaria y darlos a conocer.
Las actividades previstas para este mes serán informadas en este blog, por lo que se recomienda visitarlo periódicamente para conocer las actualizaciones.-